Son las primeras que logran ocupar las máximas jerarquías en el núcleo duro del poder y llegaron a esos puestos después de la crisis de 2001. Sus historias, recogidas en Las jefas, libro de la periodista Laura Di Marco del que damos un anticipo, resumen los logros y asignaturas pendientes de la revolución femenina en un país donde aún el 60 % de las empresas no tiene mujeres en cargos ejecutivos
Las poderosas de hoy son mujeres del posfeminismo. En su mayoría, fueron criadas con muchos más derechos, libertades y posibilidades que sus madres y abuelas, pero ¿qué significa esto en la práctica? ¿Ven el mundo de otra manera? ¿Algo de esa mirada nueva impacta hoy en la cultura?
Hay algo que resulta obvio: un nuevo modelo femenino está en marcha.
En los primeros años del nuevo siglo, en la Argentina y en el mundo estaban cambiando muchas cosas.
Por primera vez, y mediante elecciones libres, la Argentina eligió a una presidenta mujer en las presidenciales de 2007. Michelle Bachelet conduce el destino político de Chile. La jefa del gobierno alemán, Angela Merkel, fue elegida como la mujer más poderosa del mundo en 2007, un podio que volvió a conquistar, por segundo año consecutivo, en 2008, según el ranking de la revista Forbes , que mide a las cien mujeres con más poder del mundo, según el dinero que mueven y la capacidad de influencia que ejercen. Hillary Clinton fue designada en la vital Secretaría de Estado norteamericana, en reemplazo de otra mítica dama fuerte, Condoleezza Rice.
Aunque menos conocidas, hay otras presidentas en el planeta. Los Estados de Irlanda, Finlandia, Filipinas y Liberia son timoneados por líderes femeninas. Hay primeras ministras en países tan remotos para nosotros como Mozambique.
En la más cercana España, un país casi tan machista como la Argentina, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero inauguró un gabinete mixto. A su lado, la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega se transformó en un ícono militante en favor de la equidad de género.
Y mientras todo esto sucedía, en la Argentina había otro Olimpo que, paralelamente, se gestaba. Silencioso. Nuevo. Poderoso.
Con la crisis de 2001, había surgido un nuevo liderazgo femenino empresarial. El fenómeno de las mujeres en el poder económico.
Por primera vez y por varias razones, en los primeros años del siglo XXI, las grandes firmas multinacionales decidieron sentar a ejecutivas mujeres en la alta dirección de sus filiales porteñas.
Las presidentas corporativas o CEOs (en inglés: Chief Executive Officers) son aquellas altas ejecutivas que toman las decisiones de riesgo en una compañía -como las inversiones- y fijan su estrategia comercial.
En la Argentina, Microsoft nombró primero a la madrileña María Garaña Corcés, y después a la ingeniera argentina Sandra Yachelini, que es la actual presidenta corporativa de la empresa fundada por Bill Gates. La potencia mundial PepsiCo optó por Paula Santilli, quien hasta marzo de 2009 lideró la corporación aquí y en Chile [el mes pasado fue trasladada a la filial mexicana]. Hewlett Packard (HP) es conducida por Analía Rémedi, una licenciada en Comercio Exterior que entró como pasante a la multinacional norteamericana y terminó en el sillón de CEO.
Una historia similar a la de su colega, la ingeniera Marcela Solanes, que en la actualidad dirige otro coloso tecnológico, Unisys, que antiguamente se llamó Burroughs en la Argentina y que, durante décadas, fue la marca ícono de las máquinas registradoras. La multinacional del entretenimiento MTV; la corporación Nutricia-Bagó, una fusión entre la holandesa Nutricia y los Laboratorios Bagó; la glamorosa Chandon, fabricante de vino y champagne, y el comando del Banco Hipotecario, son otros ejemplos de conducción femenina. Al frente de esas compañías están Paula Guerra, la ingeniera Sandra Slavkis, la venezolana Margareth Henríquez y la economista Clarisa Estol, respectivamente [las dos últimas hoy cumplen también altas funciones en otros destinos].
Pionera en el mercado ejecutivo femenino, María Luisa Fulgueira es un caso aparte: en 1990, se convirtió en la primera CEO mujer de la Argentina cuando quedó al comando de la filial local de Dow Corning, la principal fabricante de siliconas del mundo.
En el inicio de la década de los noventa, ni Clarín ni LA NACION tenían mujeres en la conducción de sus redacciones. [...] Recién en la última década incorporaron a dos mujeres en lo más alto de sus respectivas conducciones periodísticas: Ana D´Onofrio, la actual prosecretaria general de Redacción de LA NACION, y Silvia Fesquet, editora general de Clarín . En plena transición del diario papel a la era digital, Ana D´Onofrio quedó al frente de la edición online del matutino. [...]
Pero ¿no era que las mujeres ya habíamos llegado a todos lados? ¿Qué puede haber de nuevo para decir, a esta altura, acerca de la falta de paridad entre los géneros? ¿Acaso no es un tema ya superado y archivado?
Las estadísticas tienen, entre otras funciones, una muy importante: siempre ponen blanco sobre negro la realidad, más allá de lo que elijamos creer sobre ella.
Y la realidad es que, de las noventa mil empresas que constituyen la economía de negocios en la Argentina -entre ellas, apenas unas mil son las consideradas pesos pesados-, encontramos sólo una CEO mujer para entrevistar: Clarisa Estol, presidenta del Banco Hipotecario, sencillamente porque es la única CEO de empresa argentina que existe. En los Estados Unidos, un país que promueve el liderazgo femenino en los negocios y que suele marcar la tendencia en el mundo, el porcentaje de cabezas femeninas al frente de las grandes firmas araña, apenas, el 2 por ciento.
Los datos hablan por sí mismos. La realidad es también que, si las mujeres estuvimos históricamente excluidas -¿o autoexcluidas?- de los lugares donde se toman las decisiones, esa exclusión -¿o autoexclusión?- se acentúa mucho más en las decisiones que atañen a la economía.
Un estudio privado e inédito hasta ahora de la economista de Fiel, Marcela Cristini, indica que en el 60 por ciento de las empresas argentinas no hay mujeres en cargos ejecutivos. No hablamos ya de CEOs, la función máxima, sino de gerentas o directoras. Cristini tomó una muestra grande, unas dos mil trescientas empresas, que representan entre el 30 y el 40 por ciento de la economía del país. Y allí encontró que, en lo que va de este siglo, el porcentaje femenino en los cargos más altos alcanzaba un magro 11 por ciento. En la Argentina actual, el 40 por ciento de la fuerza laboral es femenina; sin embargo, las mujeres siguen ganando un 30 por ciento menos que ellos y trabajando en puestos de menor jerarquía. [...]
La acusación más frecuente y dañina hacia las mujeres que ocupan lugares de decisión o que compiten por ocuparlos -con las políticas sucede con frecuencia- es que no tienen la capacidad ni la experiencia suficientes para conducir en el alto nivel.
Y esto puede ser cierto, en algunos casos, como también lo es en el caso de hombres que han llegado a los puestos máximos sin la suficiente experiencia ni capacitación. Sin embargo, esa descalificación suena más creíble cuando la destinataria es una mujer. Y lo peor es que suena más creíble para los oídos femeninos.
¿Por qué? Diana Maffía, experta en estudios de género, explica, desde la filosofía, que a las mujeres nos falta esa clase de autoridad que se basa en la experiencia de vida. Es la autoridad que genera respeto ante un determinado punto de vista. Sin embargo, en nuestra cultura, la palabra de las mujeres todavía tiene un peso menor que la de los varones. En el inconsciente colectivo, los que "saben" son ellos. Sobre todo en lo que hace a temas duros, como las finanzas, los negocios o la influencia. [...]
DESTREZAS PARA ENFRENTAR LA CRISIS
Sin embargo, tal como anticipa la investigadora y experta en management femenino, la argentina Lidia Heller, en esta nueva etapa del capitalismo global, dominada por la incertidumbre, el cambio permanente y el quiebre de las viejas certezas y hegemonías -la crisis financiera en los Estados Unidos es prueba de este cambio en las reglas del juego-, las habilidades femeninas para conducir puede convertirlas en las grandes beneficiarias de estas transformaciones.
Pero, ¿cuál es la diferencia entre el liderazgo femenino y el masculino?
La sociología que investiga los distintos tipos de liderazgo nos ofrece interesantes referencias: el poder tradicional o masculino es jerárquico, y antiguamente estaba basado en una gran figura, generalmente la de un "gran hombre", que influía en la corporación y a quien se lo trataba con solemnidad.
Es un liderazgo desigual. Que suele ver el crecimiento de los otros como una amenaza. El estilo femenino, en cambio, es definido como radial y corresponde a un tipo de estructura en red: construye equipos de trabajo, comparte información, y es más horizontal.
El poder jerárquico, del tipo "los de arriba mandan; los de abajo obedecen" controla y debilita; el liderazgo cooperativo, en cambio, potencia al equipo y fortalece a las personas.
Los expertos en management aseguran que, para liderar esta segunda ola de la globalización, harán falta esas habilidades para las cuales son buenas las mujeres: la comunicación, la flexibilidad, la apertura emocional, la capacidad para crear y mantener tensiones creativas en un equipo, el tomarse el tiempo para escuchar a los demás; la promoción de maneras de pensar más afines con los sistemas y menos individualistas; la capacidad de elaborar visiones de escenarios futuros.
Los valores culturales que ellas traen de su antiguo mundo privado parecen ser los requeridos para estas nuevas formas de liderazgo: la empatía, la emocionalidad, la socialización, la apertura a la improvisación y a la modificación inmediata, el cooperativismo.
Después de más de una década de investigar en la cultura de las corporaciones, Heller, que además es coach de empresarias y pasa mucho tiempo con ellas ayudándolas a planificar sus carreras, está convencida de que, en la Argentina actual, las que mandan ejercen ambos tipos de liderazgo, algunas se acercan al masculino. Y otras, sobre todo las de las generaciones más jóvenes, al femenino. [...]
PILOTOS DE TORMENTA
Pero, ¿cuál es, en concreto, el aporte del liderazgo femenino al mundo? ¿Qué traen ellas de nuevo?
El liderazgo femenino en el núcleo duro del poder masculino es un experimento completamente nuevo. Significa que se trata de un territorio casi inexplorado, del que sabemos poco. [...]
Sin embargo, podemos decir que el liderazgo femenino empresarial, las CEO que hoy dirigen multinacionales, surgió como un fenómeno producto de dos factores: la crisis de 2001, que quemó todos los manuales conocidos hasta el momento, y la llegada de un nuevo siglo en el que empezó a aparecer la diversidad como valor cultural.
Y en esa diversidad entran, surgen, claro, las mujeres y sus nuevas formas de liderazgo.
En la mayoría de los casos, las presidentas corporativas que mandan hoy en sus empresas, ya eran gerentas o altas ejecutivas, que venían haciendo carrera en sus respectivas corporaciones y que, cuando el país empezó a hacer agua, aparecieron inesperadamente en la superficie para pilotear en la tormenta. [...]